Publicado en la revista Cancunissimo. Julio de 2008.
ESTA TIERRA NUESTRA
El caso de las dunas perdidas
Juan José Morales
Comúnmente se piensa que las playas de Cancún comenzaron a perderse el 13 de septiembre de 1988, con la embestida del huracán Gilberto, que el proceso continuó con otros ciclones —como el Iván en 2004, que si bien no pegó de lleno provocó grandes marejadas a su paso por el canal de Yucatán—, y que Wilma le dio la puntilla a los arenales en 2005.
La realidad, sin embargo, es que las playas de Cancún empezaron a perderse en una fecha no precisada, allá por 1973, cuando se inició la construcción del primer hotel sobre las dunas costeras. A él le siguió otro, y luego otro, y muchos más. Así, gradualmente las dunas fueron perdiéndose hasta desaparecer por completo, salvo en el sector de Playa Delfines, donde en lo poco que resta de ellas, puede verse todavía cómo era su conformación y entender mejor lo que significaban.
Eliminadas las dunas, ya sólo era cuestión de tiempo para que desaparecieran también las playas, porque ambas están estrechamente interrelacionadas. Por otro lado, además de arrasarlas para construir hoteles, la playa misma fue ocupada parcialmente con edificaciones de diverso tipo. Ya en 1988, poco antes del Gilberto, se publicó un estudio que revelaba cómo en los 15 años precedentes había disminuido la anchura de las playas debido a los factores arriba mencionados.
Las dunas costeras son esos montículos de arena cubiertos de matorrales, hierbas rastreras y arbolillos que se levantan inmediatamente detrás de la playa propiamente dicha, que es la franja de arena desprovista de vegetación en la cual se asolean los turistas. La importancia de las dunas es doble: por un lado, amortiguan el impacto del oleaje durante tormentas y huracanes. Por el otro, actúan como un reservorio de arena que contribuye a restablecer las playas erosionadas por esos fenómenos. Si se destruyen las dunas —como se hizo en Cancún— las olas pegan de lleno contra las construcciones, sobre todo si están demasiado próximas a la orilla, y además de dañarlas, en su violento reflujo el agua arrastra consigo el material de las playas, cuya recuperación resulta luego más difícil por no haber dunas y por tanto reserva de arena.
Los mayas —los mayitas, como se les llama despectivamente— fueron lo bastante inteligentes como para no construir sobre las dunas, sino detrás de ellas. Por eso sus edificaciones aún se mantienen en pie, mil años después.
Es, pues, errónea la idea de que las playas se perdieron por efecto de los huracanes. Si así fuera, habrían desaparecido desde hace siglos, pues siempre han ocurrido esos meteoros en las costas caribeñas. El problema se debió a la acción humana, a que las dunas fueron eliminadas porque se tuvo la equivocada idea de que eran simples herbazales y podían ser devastadas sin mayores consecuencias para aprovechar al máximo el terreno y tener a los huéspedes a un paso de la playa.
Las dunas de Cancún —y de otros lugares de la costa de Quintana Roo— ya se perdieron para siempre. Restaurarlas implicaría demoler todo lo que se construyó sobre ellas, lo cual obviamente es imposible. Y perdidas las dunas, se perdieron también las playas. Porque no pueden crearse otras simplemente trayendo arena y echándola en la orilla. Pronto las corrientes y el oleaje se la llevarán, como ya sucedió con las que, a un costo de más de 200 millones de pesos, se crearon artificialmente después del Wilma. Las condiciones naturales del litoral ya han sido profundamente modificadas, y por ello habría que utilizar otros procedimientos —basados en estudios científicos— para tratar de adecuar la dinámica costera a esas nuevas características y lograr que las corrientes depositen arena en forma natural.
Ojalá que la dura lección de la pérdida de playas por haber destruido las “inútiles” dunas costeras no caiga en saco roto y haga reflexionar a quienes —empresarios y funcionarios públicos— ahora pregonan la destrucción de los “inútiles” manglares para construir hoteles en su lugar.
Opiniones: kixpachoch@yahoo.com.mx
No hay comentarios.:
Publicar un comentario