Desintegración familiar
El 80% de los migrantes que llegan a emplearse como albañiles a la entidad, son hombres; tres de cada cuatro tienen entre 15 y 34 años. 60% está casado y con hijos; de ellos sólo 20% trae consigo a su familia.
El 16% carece de estudios y sólo 30% cursó un grado más allá que el de la primaria. Vienen de Chilón, Ocosingo, San Cristóbal de las Casas o Simojovel, los principales municipios expulsadores de migrantes, ubicados al norte del estado de Chiapas.
Atrás, la mayoría dejó a sus padres, hermanos, esposa e hijos. No hablan español, pero dominan dialectos como el Tzeltal, Tzotzil, Tojolabal, Chol o el Zoque, por lo que el equipo de encuestadores empleó a traductores para poder entrevistarlos.
Paraíso turístico para otros
Aquí, pierden identidad y olvidan sus costumbres y tradiciones. Si bien no pierden la fe, la guardan en alguno de sus bolsillos. El 43% que profesa algún tipo de religión no acude a la iglesia, porque no se siente en confianza o porque desconoce la ubicación de los templos.
Carecen de espacios recreativos y opciones para realizar actividades durante su tiempo libre; para atender desde enfermedades comunes, hasta problemas graves como accidentes de trabajo, recurren a centros de salud o a los médicos más baratos.
Si quieren sexo o necesitan sentir alguna muestra de afecto, acuden con prostitutas o se involucran en prácticas de riesgo, con otros hombres, por lo que son vulnerables a contraer enfermedades de transmisión sexual, como el VIH/sida, que luego contagian a sus mujeres al retornar a sus poblados de origen.
Sus carencias contrastan con la dinámica de ostentación y diversión que advierten en los centros turísticos en donde erigen monumentales construcciones, en las que todo es lujo y exceso, lo que los sume en crisis depresivas, que intentan aliviar con alcohol. Muchas veces los conduce a intentar suicidarse. Si la empresa que los emplea, no instala campamentos para dormir, algunos en plena selva se hacinan en cuarterías en donde pagan de 600 a 800 pesos mensuales, o duermen en parques públicos. Se alimentan de comida chatarra, porque los platillos en el comedor comunitario les cuestan de 35 a 40 pesos, lo que representa la tercera parte de lo que ganan al día, por más de ocho horas de trabajo diario, con un día y medio de descanso a la semana.
El 20% de los 300 alarifes encuestados por Redes-Turismo, gana 4 mil pesos al mes; 50%, entre 4 y 6 mil pesos, y 30% entre 6 mil y 10 mil pesos. Diariamente gastan, en promedio, 75 pesos: 35 pesos en comida, 15 pesos en transporte y 25 pesos en renta. Un alto porcentaje de su salario lo envían a sus lugares de origen, vía giro telegráfico. “Se quedan con una mínima parte para cubrir sus gastos de la semana. Sin embargo, existen casos en que han utilizado todo el pago de su semana a consumir alcohol y se quedan sin dinero”, se lee.
Fuente: eluniversal.com.mx
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